domingo, 28 de julio de 2013

La leyenda de Gilgames

El pueblo de Erek no podía sufrir el dominio de Gilgames, cuya fuerza se hacía sentir sobre todos sus habitantes. Las súplicas de aquellas pobres gentes llegaron al oído de la diosa Aruru y decidió crear, con un poco de barro, un hombre capaz de oponerse a Gilgames. Este hombre fue Enkidu. Para endurecer su naturaleza, se le acostumbró a vivir entre animales salvajes, y así se hizo un temible enemigo de los cazadores vecinos. Nadie podía perseguir a las fieras en su presencia. Por esto, los cazadores decidieron buscar un medio para alejar a Enkidu de aquellos bosques. Uno de ellos dio con la idea que había de surtir el efecto deseado. Enkidu era valiente y no había que pensar en vencerle por la fuerza. Por eso era necesario valerse de la astucia. Estaba acostumbrado a tratar con las fieras; pero nunca había conocido a una mujer. Por eso se valdrían de una cortesana para lograr sus designios.
Buscaron una hermosa mujer, y la encontraron. Le hicieron saber lo que deseaban de ella y, una vez aleccionada, marchó hacia el bosque, en busca de Enkidu.
Este, al verla, no pudo contener su asombro; toda su fuerza desapareció como por encanto y no supo resistir a las seducciones de la cortesana. Con ella pasó seis días y seis noches, dando rienda suelta a su pasión bestial. Después, cuando quiso volver con las fieras, vio que éstas huían de él. Entonces, sintiéndose solo, volvió en busca de la cortesana. Esta le propuso ir hacia Erek; para convencerle, le habló de las excelencias de la vida en la ciudad y de la fuerza de Gilgames, quien, valiéndosé de ella, tiranizaba a las gentes. Le dijo también cómo él, con su fuerza prodigiosa, podia disputarle el puesto. Cuando le hubo convencido, se encaminaron juntos hacia Erek.


Mientras tanto, Gilgames, cierta noche, tuvo un sueño extraño: vio caer ante él una especie de toro celeste. Quiso levantarle; pero era demasiado pesado. Quiso hacer que se tambaleara; pero fue inútil. Llamó a los príncipes; por último, se abrazó a él. Cuando despertó, pidió a su madre que le explicara todo esto y ella le dijo que esa aparición era la de un hombre semejante a él, en cuanto a poder; pero que Gilgames había de ser benévolo con él.
Poco tiempo después Gilgames soñó de nuevo. Veía en una encrucijada de Erek un hacha de doble filo. Se inclinaba ante ella para cogerla, y a partir de este momento la amaba como a una esposa. Su madre volvió a explicarle el sueño: el hacha no era más que la representación de Enkidu, que llegaría a ser su compañero.
Mientras tanto, Enkidu seguía su camino hacia Erek. Al entrar en la ciudad, conoció a Gilgames, y al momento se hicieron amigos, admirándose mutuamente su valor.
Los dos amigos decidieron ir a la montaña de Jumbaba. Llegaron a ella y no pudieron contener su asombro: se hallaban en la morada de los dioses. La tierra presentaba un aspecto fantástico. Lograron la victoria sobre los hombres que la custodiaban. Después dieron gracias a los dioses y ofrecieron libaciones.


Entonces la diosa Istar vio a Gilgames y se prendó de su belleza. Para que el héroe accediera a su amor, le prometió todo género de honores. Pero fue en vano, porque Gilgames no correspondió a sus deseos. Istar indignada por su desprecio, mandó contra él un toro celeste. Enkidu ayudó a su amigo a matar al animal.
Pasó algún tiempo y Enkidu enfermó gravemente. Al fin, la muerte se apoderó de él. Gilgames, al ver a su amigo sin vida, le habló con acento desgarrador y le llamó su amigo, su hermano; le comparó con la pantera del desierto y recordó las luchas en las que habían tomado parte juntos. En seis días y seis noches no cesaron las dolientes quejas de Gilgames. Después se sintió invadido por un profundo terror y corrió sin cesar a través del bosque. El miedo a la muerte le sobrecogió; vio a su amigo sin vida, dormido para siempre y le llenó de espanto pensar que un día cualquiera podía a él sucederle lo mismo.
(esta imagen la saque de aqui)
Cansado de errar por el campo, decidió preguntar a su abuelo Uta-Napistim acerca del secreto de la vida. Cuando llegó a su presencia, Uta-Napistim le dijo que la vida y la muerte están reguladas por el Destino y que ningún mortal puede saber cuándo llegará su fin. A continuación le contó la historia del diluvio. Le dijo cómo él fue avisado por los dioses antes de que las aguas cubriesen la tierra y cómo le indicaron que construyera un barco y se metiera en él, junto con todo lo que pudiera dar lugar a nueva vida.
En el séptimo día el diluvio se calmó. Entonces Uta-Napistim soltó una paloma, luego una golondrina, después un cuervo.
Al poco tiempo salió él e hizo ofrendas a los dioses, en agradecimiento.
Al acabar su relato, dijo a Gilgames que fuera en busca de la planta que da la juventud.
Gilgames logra cogerla, tras de grandes penalidades; pero al ir a bañarse en una fuente, una serpiente le quitó la planta.
Entonces decidió volver a su ciudad. Llegó a Erek; pero la idea de la muerte le siguió atormentando y decidió invocar a su amigo Enkidu para que le dijera cuál es la suerte que espera al hombre en la otra vida. Los dioses permitieron a Enkidu salir del Sol, y éste dijo a Gilgames que todo se convierte en polvo. Sin embargo, no a todos los mortales espera la misma suerte. Ensalzó la de los guerreros que mueren en la lucha.
Gilgames, después del coloquio con Enkidu, se sintió satisfecho.
Era un bravo guerrero, y si no había logrado alcanzar su puesto entre los dioses, podía llegar, entre los mortales, por su gran valor, al más elevado rango y ser el primero entre los primeros.
Gilgames regreso a Uruk y se sometio a "la ley de la tierra ".

No hay comentarios:

Publicar un comentario